El Navegante
- Fabian Zanardi
- 26 abr 2021
- 51 Min. de lectura
Una historia absurda, en un futuro absurdo y cotidiano, una remanida versión de alguna idea cruzada escrita hace ya algunos años, disparada vaya a saber uno porque.
Un reflote de algo que he escrito allá por los 90´s sin modificación alguna de la impronta original de ese retrofilo de los 90´s posiblemente un poco mas ingenuo e idealista.
POSTAL PANORÁMICA
En un lugar no muy lejano del horizonte, se dibuja el contorno difuso de un pueblo, que con sombras vagas deja imaginar los detalles de construcciones exóticas y decadentes de óxido.
Las arenas pulen los remaches, dejando huellas sobre las chapas recicladas, como símbolo erosivo de su poder destructivo.
Un movimiento opaco se divisa, mientras a pasos cansados me aproximo, casi gastando las reservas de ilusión que guardamos como camellos en jorobas mutiladas por los laberintos de cada día.
Sin pórticos y bienvenidas me adentro entre las edificaciones que dejan lonjas de cielo violeta, como techo de calles carentes de asfalto.
Retorcidas estructuras entre rocas y metales, salpican rostros asomados en huecos que fueron ventanas.
Mi memoria carente de recuerdos sólo deja que mi destino sea decisión de cada instante, sin jurisprudencia de experiencias.
Huérfano de historia, siento la sangre fluir a mi cerebro, que usina pensamientos y conjetura mis carencias.
Rápidamente, en un bautismo de lágrimas sordas, me nombro El Navegante, y siento en el norte referente la utopía del sur magnéticamente reluctante.
Fraguando rincones, relucen chispas de verbos que movilizan el habla dormida en fríos glaciares de soledad.
Despierto así del letargo, comparando mi estado con un despabilar confuso, y deduzco que el olvido en realidad es pereza capital que duerme al hombre que no se cuestiona.
Estas notas escritas sobre arenas movedizas solo podrán ser leídas desde lo alto, y se hundirán en lo profundo quienes se arraiguen de la tierra con raíces que no sueñan con ser pájaros.
Mientras más me acerco al reducto del otro lado de la calle fangosa, mi silueta se proyecta creciendo en cada paso que doy hacia la luz de la entrada.
Miro sobre mi hombro y reconozco a mi sombra, que crece sin límites ópticos, oponiendo su existencia a las leyes materiales.
Se abre la puerta con ruidos rechinantes y me fagocita el aroma enviciado de bar humeante, entre mesas volcánicas, con parroquianos bebiendo lava mientras curvas sinuosas seducen las miradas.
Es ahora cuando una panorámica mirada congelada, hace de mi existencia sin memoria, un prisma donde la luz se disgrega en óleos coloreados con rojos de lámpara ardiente.
UNA NOCHE EN EL BAR SADDAN
El interior del bar está iluminado con difusos rojos, las paredes decoradas con objetos colgados formando tramas de extraña estética.
Mientras el humo se apodera de los rincones de oxígeno, reflejos entran en mis ojos como fugándose de la pesadez que invade el lugar sombrío.
En el frente del salón se distribuyen las mesas gastadas, húmedas de alcohol, que subsisten de los enfrentamientos típicos de la noche ebria, con arreglos rápidos y parches encolados.
Mirando hacia la derecha, encuentro el aroma del póker, que entre apuestas y mujeres descamisan a los desprevenidos. En el salón opuesto de las barajas, un escenario es el recinto en donde las prendas de una mujer son esparcidas por el piso, dejando la desnudez erótica de movimientos, chorrear por las comisuras de labios de los espectadores.
En el rincón más oscuro, casi desapercibido, retumban las notas de un piano sin brillo, escupiendo clásicos olvidados desde la partitura del sentimiento.
Más negro que la noche y mostrando sus dientes como referencia, el pianista, con lentes oscuros, mueve rápidamente sus blancas uñas trazando fusas.
Jugando con el contraste, un rubio y pálido saxofonista lamenta con el viento el final de cada exhalación. Su rostro desdibujado armoniza con el bronce mientras su sangre fluye y exalta su yugular.
Me acerco hacia la barra con pasos tranquilos, miro la banqueta de metal plateado coronada con un tapizado gastado, que entre dos siluetas anónimas dejan un lugar para sentarme.
A mi derecha una mujer, con curvas sinuosas que se divierte revolviendo una aceituna por la copa inundada de Martini. Sus cabellos caen por su cara pintando de rubio los rasgos finos y delicados como terciopelo.
Sus ojos perdidos entre pestañeos lentos y provocativos, resplandecen de celeste cuando humedece los labios con su lengua.
Un vestido negro hace brillar aún más su estética figura, mostrando en forma de escote el valle entre colinas turgentes que ella sabe resaltar.
El metal de la banqueta acaricia sus piernas enredadas, se puede ver como los músculos dibujan un cruce de piernas perfectas con la censura de su minifalda.
Del otro lado, un hombre fornido toma como intromisión de intimidad mi llegada y me dirige una mirada poco amigable. Colérico por sentirse al margen de su cacería, golpea el puño sobre el mostrador lustroso, pidiendo al barman otra cerveza para agregar a la pirámide de latas.
Incómodo por la situación que se respira, lo miro guiñando el ojo como símbolo de complicidad, un gruñido gutural escapa de sus fauces con aroma incendiario. Mientras tanto la dama que percibe el clima, me mira encogiéndose de hombros como si cotidiana se tornase tal escena. Cansado de tanto caminar, no me siento con ganas de comenzar una pelea. Decido entonces buscar el baño e invitar al hombre recio a que ocupe mi asiento junto a la mujer fatal.
Con tono afable y con ademán explícito le cedo mi lugar, viendo cómo su rostro rudo se convierte, en fracción de segundos, en rostro de tímido vergonzoso.
Casi infantil e incomodado por la proximidad comienza a balancear sus piernas que cuelgan de la banqueta, mientras de reojo roza con la mirada las piernas expuestas tras medias de seda negra.
La mujer de los rubios cabellos, mirándome, comienza a acosar, con la seducción del silencio, al hombre que chorrea litros de sudor sobre su frente.
Mientras me alejo entre las mesas hacia el baño, observo cada movimiento codificado y propio del lugar, gestos y palabras se cruzan entre los vasos, miradas que recorren los senos de acompañantes, piernas en orgías húmedas de pornografía.
Entrando por el pasillo amarillo, entre paredes con escrituras y olores con vapores amoníacos, encuentro el lugar de los despojos orgánicos. El aire casi irrespirable supura de las letrinas en ebullición, personas dispersas por el piso con redes de venas en los ojos extasiados.
Contra la pared, una máquina expendedora con la apariencia de una caja fuerte, pone al alcance de los clientes desde cigarrillos hasta drogas de distintos calibres, con sólo colocar unas monedas por la ranura.
Lavo mis manos y me acomodo el pelo mientras miro el reflejo de mi rostro entre gotas de agua reciclada. El sobretodo deja ver sólo parte de la camisa blanca, mientras coloco mis gafas oscuras eclipsando por momentos las esferas grises con telones de párpados.
Regreso al salón del bar mientras observo en la pared fotografías de dictadores del mundo, casi todos condecorados con medallas de sangre y sufrimiento, y en los rasgos de su pose el aroma de la locura tildada de causa.
Como final de la secuencia, una gráfica de hongo nuclear, marca el pico máximo de furia y odio del hombre. Una cucaracha aplastada contra la pared muestra sus órganos inmundos como casual moraleja de la secuencia desapercibida.
Tratando de buscar un lugar para sentarme, recorro con la mirada, la hilera de banquetas que cercan la barra. Mientras me aproximo veo al temido hombre rudo, que aún no pronunció palabra alguna, mientras la rubia con rostro de tiempo muerto, muere de aburrimiento.
Escucho un ruido estrepitoso al ver la caída de la pirámide de latas, que el hombre con movimientos espasmódicos derriba son su cuerpo.
Decae el ritmo del epiléptico acto, con respiración que volviéndose lentamente normal, deja escapar el sonido del éxtasis sexual.
Todas las miradas aledañas enfocan como reflectores potentes al “rudo”, que entre aplausos y risas provocan su marcha tímida hacia la salida del bar.
Cuando cruza frente a mí, veo chorrear por su pantalón la precoz finalización de su noche de levante. Sin notarme, con sus ojos directo al piso y su cabeza gacha, se pierde en la oscuridad de la puerta.
Clavo la vista en la mirada de la mujer, que movilizada por la acción, dibuja como con un láser sus intenciones en lo más profundo de mi retina.
Mientras me aproximo, acomoda su vestido para exponer su anatomía, como una escultura esperando al artista para disfrutar sus caricias.
Me siento a su lado y respiro su aire perfumado, miro al barman que con una sonrisa cómplice responde sirviéndome un escocés en las rocas y un martini seco para la dama.
Una sensación extraña provoca en mí la sabiduría nocturna que poseen algunos individuos. Estos trabajadores nocturnos se pueden llegar a comparar con el murciélago, que pierde su misterio y encanto cuando el sol lo descubre feo y peludo. Pero en la noche, en su ambiente, poseen los más agudos sentidos para rastrear y llevar a cabo sus actos. No podré entender cómo, con una simple mirada, detectan cuál es mi bebida o mis intenciones de invitar un trago a mi ocasional compañera. No le hacen falta las palabras para comunicarse, le bastan los gestos y actitudes para saber si un hombre bebe para olvidar a una mujer o si escapa de las garras del fisco. Por momentos me siento indefenso ante estos perceptivos seres, que seguramente saben cómo se desatará el nudo de una charla, aún antes de que comience. Uno de mis temas pendientes, como tantos que aún no recuerdo.
Veo cómo dos copas se deslizan vertiginosamente, desperdigando olas de gotas sobre la barra lustrosa, responden mis reflejos para atrapar el cristal cinético con mis manos sobresaltadas. Apenas reacciono de mi fracaso al sentir mis puños cerrados y vacíos, escucho una indescriptible voz diciendo gracias, mientras me ofrecen mi whisky con risas de coro.
- Hola, dice ella con uno de los sonidos más sensuales que recuerdo, y los que recuerdo les aseguro que son pocos.
- Hola, respondo con la garganta temblando.
- Desde que te vi entrar sabía que llegaría este momento, dice ella agregando inmediatamente, Me llaman Alika y mi apellido es L.
- Sorprendido respondo, Me llamo el Navegante y mi apellido es aún olvidado. Ahora recuerdo de la existencia de apellidos, me suenan palabras a las que no les conocía el significado, muy extrañas como Pedon, San Miento, Belgrato, sólo me las imaginaba escritas con la primer letra mayúsculas.
- La palabra recuerdos no es muy usada por estos lados, dice bebiendo un trago de su Martini.
- Me parece que no hace falta decir que acabo de llegar. aclaro evitando responder su pregunta encubierta de astucia femenina.
- Claro que no, hueles como un Pig = Cerdo y te ves tan mal como Canal 2 de la Plata. Dice con tono divertido.
- Prefiero tomar mi trago. Digo poniendo cara de comprender la chanza y complicidad a la que no le hacen falta palabras, pero en realidad no comprendo qué le resulta tan chistoso.
- No acostumbro hacer esto, pero no sé por qué me inspiras confianza, dice con un estudiado tono sincero.
- ¿No acostumbras hacer qué? Pregunto sin poder evitar mi desconcierto.
- No seas tonto, vamos a mi Lo t, esta acá cerca en Puerto Medero. Dice con un tono de adolescente quinceañera.
- ¿Por qué apresurar lo más interesante de una relación? Disfrutemos de este presente antes que sea pasado, lo mejor de escalar una montaña es la escalada, no estar en la cima. Digo rápidamente sin pensarlo y recordando instantáneamente una de mis más profundas reflexiones que ya después se las contaré.
- Porque todos saben que no hay tiempo, qué es eso de presente y pasado, no entiendo nada de lo que decís. ¿Vamos o No?. Actitud mezcla de desconcierto y enojo del verdadero.
Meditando mi situación actual, reconsidero la propuesta, necesito descansar y pagar con una noche de sexo el hospedaje, después de todo no es tan malo.
- Bien, ya que no hay tiempo, vamos. respondo con tono casi burlón.
- Okay mi macho esta será una noche de la que no te olvidarás nunca. Me agarra de la mano con entusiasmo y euforia.
Esta no es precisamente mi idea de una conquista, pero dejando mi espíritu romántico de lado y teniendo en cuenta mi estado actual podríamos caratularlo como un empate.
Dejando una monedas sobre la barra, me incorporo observando cómo Alika se coloca el abrigo sin eclipsar su belleza. Que tengan buenas noches, dice el barman, como sabiendo el final de la historia. Buenas noches a tí, respondo sonriendo, mientras ella toma mi mano y aprieta en señal de vamos.
Pasando entre las mesas del bar, las miradas no se despegan de las piernas expuestas de Alika, ella sin incomodarse disfruta al saberse la más linda de las noches del Sadam.
Salimos a la calle y caminamos hasta una avenida cuya silueta me resulta conocida, pero que aún no llego a identificar. Miro un improvisado cartel indicador que se encuentra en la esquina y leo Av. Co tes escrito con letra borrosa y en aerosol. Ahora totalmente desconcertado decido preguntarle a Alika.
- ¿Cómo se llama esta avenida?, Con tono casual y despreocupado.
- Avenida Co tes. Me responde mientras me abraza e indica cruzar de acera.
- ¿Quién pone el nombre de las calles de esta ciudad?.
- Nadie, todos saben que los nombres parten del original.
- ¿Qué es el original?. Ahora si totalmente desconcertado.
- Ahora te muestro, el original de Co tes está justo en la próxima esquina. Mientras acelera el paso dando pequeños saltos.
No comprendo cual es el concepto o significado que Alika le da a la palabra original, algunas palabras parecen haber sido adaptadas a una nueva forma de dialéctica, tal vez propia de esta ciudad. Pero sí puedo notar que algunas muy comunes en mi lenguaje toman en determinados momentos una importancia casi existencial. Mientras seguimos la marcha hacia la esquina, noto cómo se torna sensual, infantil, agresiva, comprensiva, en una especie de ensalada de carácter y comportamientos. ¿Me estaré volviendo viejo? me cuestiono desconociendo mi edad.
- Acá está, éste es el original de Co tes, la avenida en la que estamos caminando. Dice como una guía de turismo que repite sin cuestionar.
Veo un clásico indicador de calles, reconozco el dibujo de un contorno urbano con edificios y un palo puntiagudo, es el de la ciudad de Buenos Aires.
Entre el óxido se llegan a divisar algunas letras Av. Co y tes, claro, esta es la avenida Corrientes, el óxido borró algunas letras pero es Corrientes. Pienso con alegría por reconocerla y extrañado por su aspecto decadente. Inmediatamente recuerdo desde el rincón más oscuro de mi mente el esplendor de Corrientes y su carátula de la “avenida que nunca duerme”.
Buenos Aires la Reina del Plata, destino de poesía hecha tango, que hoy casi no te reconozco, pienso con frases hechas. Extraño los proyectos de café con olor a subte, tus calles negras de asfalto, tus luces y tu verdadera cara, esa que ahora recuerdo, con mi vergüenza por haberte olvidado aunque sea por un rato.
Tratando de dilucidar que está ocurriendo, escucho las palabras de Alika que continúa con una especie de monólogo de no se qué tema, interrumpido sólo para seguir respirando cuando digo ajá o alguna acotación por el estilo.
Veo desfilar frente a mis ojos lo que fueron vidrieras, los viejos teatros, ruinosos hoy del olvido y pasando desapercibidamente en un presente cruel.
Cruzamos entre el barro de la avenida y veo la erecta silueta del obelisco, ya sin su punta filosa.
Seguimos nuestra marcha hacia el bajo, entre una iluminación extraña y el típico frío húmedo de Buenos Aires en andá a saber cuál estación del año.
Pude establecer una primera impresión del comportamiento de la gente en este ahora de la ciudad, aún no sé qué es lo que me angustia, es muy difícil darle forma a una reflexión que resulte convincente, no quiero definir estados anímicos porque creo que difícilmente sean aplicables a otra situación.
Entonces me voy a dedicar a recolectar experiencias, a sentir, a experimentar, a sufrir, a llorar, a reir, a gozar, a amar, a odiar, a construir y destruir, a enumerar, y esperar que después de un largo tiempo pueda pensar en partir.
Contra una pared y entre el vapor de mi exalación cálida chocando contra el frío, veo a un viejo que me pregunta la hora amablemente sumando el humo de su pipa.
- Son las doce y cuarto, respondo.
- ¿ A Ud. qué lo alegra ?, Me indaga con voz añeja y gastada.
- Que sople franco hacia los trópicos cuando se congela el alma. Respondo rápidamente y sorprendido por la pregunta y rápida respuesta.
- Sabía que eras vos. Dice con alivio. Sos El Navegante. Afirma.
- Me nombré El Navegante, no sé si soy yo. Asustado.
- Te hiciste el destino apostando a tu instinto, no dudes de lo que piensas o sientes, es imposible crecer si dudas de vos mismo.
- No entiendo cómo sabe quién soy o qué soy, si aún yo no sé por qué me llamé El Navegante.
- Las casualidades son menos casuales que lo que uno piensa. Dice riendo
- Qué es lo que pretende de mí, si es que soy quien dice.
- Sólo que me escuches, tengo algunas cosas que contarte y muchas que no contarte, para eso te estaba esperando. Te cuento mañana en mi casa.
- Y suponiendo que me interese, cómo llego a su casa.
- Yo vivo en la Boka, y estarás allí mañana, no importa qué hora, sabrás cuándo venir y yo sabré que llegarás, y te estaré esperando.
- OK pero cuál es la dirección de su casa. Con tono de “me faltan detalles”.
- A los Navegantes les sobra su instinto para llegar a puerto, la encontrarás, chau hasta mañana. Que tenga buenas noches señorita. Dice sin pausa y educadamente.
- Chau, saludamos a coro con Alika, que tiene cara de no haber comprendido absolutamente nada.
Viendo cómo desaparece la silueta del viejo entre las sombras de la ciudad, giro y veo el rostro de Alika iluminado por el neón de un cartel casi en ruinas, que torna ardiente la noche y contrasta sus curvas felinas, con la inocencia de algunos de sus gestos. Vamos, me dice con tono cansado, te acordás que tenemos algo pendiente, el Champagne debe estar bien frío y quiero ver cómo se evapora cuando toque mis labios y corra por mi cuerpo.
Seguimos caminando por Corrientes hacia el bajo, despacio, sin hablar y sintiendo una extraña sensación con olor a lágrimas de mar.
TRASNOCHE, CHE
De a poco se comienza a divisar la característica silueta de Puerto Madero, a mi izquierda noto las ruinas del templo del boxeo, que ahora no es más que un conjunto de hierros retorcidos con escombros adosados como parásitos. Cruzamos unos casi imperceptibles rieles que conformaran las vías del ferrocarril, y llegamos hasta el costado de unos edificios cuadrados y rojos.
Los ladrillos, con algunas escrituras, colorean el gris reinante en la ciudad, algunas columnas de alumbrado forman disciplinadamente una recta de puntos de luz caprichosa que desafía la noche.
Pasamos entre medio de los bloques y llegamos a un paseo costanero casi destruído, un acantilado artificial es delimitado por unas barandas de metal que por momentos desaparece.
Como cárcel se encierra en un dique a las aguas que fueron desterradas de su libre correntada, para morir en descompuesta y aburrida nutriente de musgos que no conocen las olas.
Algunas grúas quedan como testigos de épocas de navíos, algunas ratas que corretean alegremente, también.
Cascos semihundidos rompen el llano del líquido que lo devora en años de erosión y olvido. No muestran ni la más mínima intención de ser reflotados, no hay cabos que lo sujeten ni cadenas que lo decoren, sólo están ahí muertos de viajes, partidas y arribos.
Nos aproximamos a una entrada con un cartel que dice Happening en letra cursiva, no está iluminado y sólo una tenue luz alumbra la puerta.
Ya llegamos, dice Alika, ésta es mi casa, mientras introduce la llave en la cerradura. Gira rápidamente dando dos vueltas, y un panel se abre dejando a la vista un teclado numérico y una plancha de acrílico blanco. Introduce un código y apoya su mano sobre el acrílico, que se ilumina con una fuerte luz blanca. Se escucha el sonido característico a la apertura de trabas de seguridad y la puerta finalmente se abre.
Entramos a un recinto pequeño pintado de azul con una guarda color oro, del lado izquierdo un espejo con un marco dorado magníficamente forjado y en el techo una lámpara del mismo estilo. Frente a la puerta un perchero invita a dejar el abrigo en este instante y del lado derecho una puerta de madera noble con tallados en bajo relieve que seguramente conducirán al interior.
Alika cierra la puerta y activa nuevamente la cerradura de seguridad, mientras yo me quito mi abrigo negro y lo cuelgo en el perchero, ella hace lo mismo con la gracia de un cisne posándose en un lago.
Me toma la mano y abre la puerta de madera para ingresar al salón de la casa, un recinto verdaderamente impactante se ilumina cálidamente, la paredes de tonos azules juegan con las cortinas amarillas con borlas formando curvas.
Sillones distribuidos armoniosamente, mesas con manteles en tono pastel, sillas con tapizados de diseños embriagantes, plantas que perfuman de verde selvático el ambiente y una barra perfectamente equipada que expone a los licores y vinos como obras de arte con dicroicos enfoques estelares, ponen de manifiesto el gusto selecto de Alika por la estética y la buena vida.
Con unos leños, perfectamente estibados en un disimulado armario al costado del hogar, enciende el fuego que baña su silueta de amarillos y rojos movimientos.
Se recuesta sobre el sillón que está frente al hogar y se quita los zapatos, gira su cabeza hacia mí y enfoca sus ojos besando mi boca.
Yo, aún parado en medio del salón, no pude reaccionar ante este panorama, mi cara, seguramente deja notar mi desconcierto. No comprendo cómo en una ciudad en ruinas puede haber rincones con tanto lujo, no entiendo qué hacía Alika en el bar Sadam exponiéndose a los peligros de la noche, caminando veinte o treinta cuadras entre ruinas, quién es ese viejo que sale de la oscuridad y me dice que me estaba esperando. seguramente habrá una explicación para todo esto, pero estoy demasiado cansado como para poder conjeturar algo.
- ¿ Querés tomar algo o preferís una ducha ?, pregunta como sabiendo la respuesta.
- Primero se debe besar el cristal y sentir el frío de un iceberg en los labios para comenzar un verdadero descanso, respondo provocando una risa sin sorpresa.
- Servite, los whiskys están a tu completa disposición, para mí con poco hielo.
Camino lentamente hacia la barra, abro las puertas del armario de madera, y frente a mí uno de los espectáculos más conmovedores que puede teñir al hombre de amarillo. Una completa colección tanto en cantidad como en variedad de los mejores Whiskys de la historia de la humanidad.
Entre las botellas y teniendo en cuenta la ocasión, me decido por una etiqueta negra, más añeja que la mentira, y más tentadora que Alika.
Busco dos vasos de cristal, coloco el hielo en uno de ellos y doy siete golpes que perfuman de noche el ambiente. Una catarata distinguida simula olas sin arenas ni crestas, que espectran de amanecer el transparente estanque.
De más esta decir que mi bebida favorita es el whisky, ¿ Clear ?.
Vuelvo hacia el medio del salón, y dejo los vasos sobre la mesa, mientras me siento junto a ella.
Para las grandes ocasiones se conjura con sellos cómplices y se desnuda al otro viéndolo sólamente tomar una copa. Siento que Alika está muy cerca de mí, no por tomar Whisky, sino por el significado, sentimiento y poder mágico que éste posee para dejar sin ropas ni caretas a las personas.
Como aliado en las relaciones la bebida ayuda para desinhibir y soltarse, pero en más de una ocasión, cuando lo usaba para ablandar conquistas duras, provocaba el efecto contrario, dejando fuera de combate a la presa.
Con el tiempo esta técnica a la cual hacía referencia dejó de interesarme, para qué sirve tomar con alguien que no lo entiende, para qué tomar con alguien que no percibe la magia y tampoco puede generarla.
Pero cuando dos personas tienen magia, ilusiones, metas, y sobre todo se saben y conocen su origen, se entabla un diálogo entre pares, que no compiten con jactancias y competencias inútiles, sino que crean y dibujan con palabras, gestos e ideas un mágico mundo de proporciones y dimensiones sin límite.
Este es uno de esos momentos en donde sobran las palabras, cada uno toma su vaso, y mirándonos a los ojos, pegamos el primer sorbo que disfrutamos con éxtasis, mirando arder los leños de la chimenea.
Nos pasamos media hora sin hablar, sólo mirando a las llamas destruir la madera entregada al infierno. Casi sin movernos los cuerpos se sienten y emanan esos olores de seducción y excitación. El viejo es cuestión de piel, se torna más actual que nunca, eso es algo que aún no pude explicar, un estado en el que se percibe que esa persona es la correcta o no.
Se interrumpe el silencio con fondo de Jazz con la voz de Alika.
- ¿ Querés tomar un baño, Nav ?, con tono de dale que después...
- Y sí, creo que es algo necesario, no hay mejor forma de terminar una velada.
- Si pensás que acá termino todo, estás equivocado, esto recién comienza, vení que te muestro donde está el baño. Dice con picardía.
Me toma la mano y caminamos hacia la escalera que conduce a la planta alta, perfectamente armónica con el entorno se confunde hasta desaparecer en lo alto.
Caminamos por un pasillo con fotografías enmarcadas, monocromáticos instantes robados de la realidad, entramos al dormitorio que deja en claro que lo más importante es la cama, y del lado derecho la puerta que deja entrever azulejos y espejos. Andá, me dice, en el armario tenés toallas, y podés usar la bata blanca que está colgada y bordada con tu nombre.
Casi sin reaccionar me voy caminando hacia el cuarto de baño, y es ahí cuando me doy cuenta de lo que dijo Alika, la bata con tu nombre bordado.
No quiero ni tratar de pensar, ya en el cuarto blanco distingo mi imagen por segunda vez en la noche, miro el espejo y caigo en la cuenta de mi estado.
Abro el grifo de agua caliente mientras coloco el tapón de la bañadera, me saco la camisa que fuera blanca en algún momento y mis pantalones de jean negro, mientras mis botas terminan de caer en el piso.
Abro la puerta del placard y saco una toalla blanca, como todas las que allí se acomodan prolijamente. Es impactante el buen gusto de cada rincón, la combinación de colores y sobriedad de cada detalle. Ingreso en la bañadera que temperatura agradable me acoje acuosamente. Tomo el jabón y comienzo la difícil y gratificante tarea, ya estaba extrañando esta experiencia.
Recostado y con los ojos casi cerrados dejo que el agua acaricie con su espuma mi cuerpo, relajando cada músculo e hidratando mi piel.
La voz de Alika se escucha a lo lejos, dale Nav te estoy esperando.
Decido entonces salir de la bañadera previo enjuage con agua fría, a lo mejor esto me despierta un poco ya que entre el cansancio, el whisky y el agua caliente, el sueño se hace fuerte aunque intente burlarlo.
Mientras me seco, parado sobre la alfombra azul, me reconozco salpicado por el agua, una sensación de comodidad me invade al sentir mi cuerpo húmedo y limpio, me peino y afeito usando los elementos requeridos para estos casos que tienen la letra N en alguna parte de ellos.
Dejo caer la toalla y me pongo la bata que también tiene la letra N bordada, tal cual lo anticipara Alika. Salgo del cuarto de baño, que con su niebla de vapor y aroma perfumado simula las mañanas del océano.
Cierro la puerta tras de mí, y me dirijo a la cama, pero no veo a Alika por ningún lado, me recuesto sintiendo cómo la atracción por dormir se hace casi insostenible. Por un momento cierro los ojos, creo que me dormí, y como en un sueño escucho la voz de Alika diciendo: Ahora empieza la noche Nav.
Cuando abro los ojos miro a mi alrededor y la veo a ella apoyada en el marco de la puerta, una silueta increíblemente sensual muestra su contorno con aura de seda y contraluz, camina hacia mí lentamente dejando caer la seda de a poco, con parsimonia otoñal y desnudando lentamente no sólo su cuerpo, si no también su alma.
Su piel se torna de un color cobrizo al pasar por los focos de iluminación ambiental, sus cabellos rubios dibujan su cara y demarcan su facciones felinas.
Antes de recostarse a mi lado deja caer su última pieza de seda, quedando solamente con un blanco triángulo de encaje contrastante con su belleza.
Ya a mi lado, veo sus pechos, duros y turgentes como pocos, no resisto la tentación de acariciar cada rincón de esas curvas. Un beso apasionado y húmedo de deseo es la campana de largada para la entrega al placer.
Me quita la bata y el encaje cae, sintiendo abrazados la completa desnudez nos fundimos como metales nobles en el lecho de raso, que caprichosamente se entremezcla con nosotros. El ritmo cardíaco crece dejándose escuchar como un tambor en la noche de calma. La piel transpira de besos los rincones ocultos y los rostros se convierten en expresiones desdibujadas por los sentidos. Los gemidos comienzan a formar una extraña melodía, el sexo prima en el ambiente y en nosotros. Alika queda tendida boca abajo en la cama, yo me incorporo y puedo observar una verdadera escultura color piel. Comienzo con suaves contactos táctiles recorriendo la punta de los dedos del pie y trepo lentamente por las piernas, besando y escalando músculos, fundiendo el sentir en cada movimiento. El tiempo se detiene cuando llego a sus glúteos duros como roca y suaves como el terciopelo, un valle lujurioso se contornea rítmicamente tentando la embestida que resisto a duras penas, sigo por sus espaldas regada de rubios cabellos casualmente diseminados; como islas gemelas asoman sus hombros mojados por la marea de pasión que decae por sus brazos. Tomo el cuerpo de Alika y la giro dejando a merced de mis retinas el resplandor casi enceguecedor, apoyo ambas manos en su rostro memorizando cada rasgo, muevo mis dedos captando la humedad de sus labios mientras siento el abrir de su boca y veo asomar su lengua entre los blancos dientes como serpiente encantada al salir de su canasto.
Un profundo beso une nuestros alientos por unos instantes, una contenida exhalación provoca la caída de mis labios hacia su pecho, un sudor frío se apodera de mí, justo en el momento en el que recorro el cañón de los senos, siento los acantilados y trepo a uno de ellos hundiendo mi cara hasta llegar a la cima, una aureola levemente más oscura y texturada marca la cima, jugueteando con mis labios, arranco bramidos incontenidos, una ondulación recorre el cuerpo totalmente entregado al placer. Con mi mano tomo la colina opuesta y sigo la caída hacia el hoyo umbilical. Los contorneos se acrecientan mientras la distancia se acorta, siento su vientre en mi cara y lo saboreo con deleite compartido.
Una sensación de ya haber pasado por esto me invade sólo por un instante.
Caemos rodando al piso y entre las sábanas abrazados en un movimiento, por momentos animal. Sinceramente no creo poder describir racionalmente la parte siguiente, en un estado de inconsciencia nos desatamos en la más variadas situaciones, correteamos, retozamos y gozamos hasta el agotamiento de nuestros cuerpos que finalmente se rinden en un cerrar de párpados.
AMANECER EN LA RIBERA
El sol penetra por la ventana, escurriéndose entre las persianas americanas, dibujando con luces y sombras, casuales diseños rodeando mi cuerpo desnudo. Estiro mis brazos, desperezando un bostezo gutural, mis ojos casi pegados se atreven lentamente a desafiar el resplandor. Respiro profundamente y percibo el aroma de la noche de pasión que aún perdura en el ambiente. En la cama sólo estoy yo, miro el reloj que esta en la mesa de luz que indica digitalmente las ocho treinta de la mañana. Escucho un sonido desde el baño artificialmente iluminado, el vapor escapa entre los bordes de la puerta entornada. Se escucha un rechinar de bisagra y entra Alika a la habitación ataviada con una toalla blanca alrededor de su cuerpo y otra en la cabeza.
- Hola, me dice con voz alegre y tranquila.
- Hola respondo desperezándome.
- Sabes, hace mucho tiempo que estaba esperando esta noche, siempre me sentí presa de mi olvido constante.
- No entiendo, respondo despabilándome.
- Yo tampoco, dice mientras se ríe.
- Vení, le digo extendiendo mi mano.
Alika se acerca convertida nuevamente en un felino, su cara se transforma, sus ojos se iluminan y sus toallas caen al piso.
No entiendo qué es lo que despierta en mí, la miro jugando con su cuerpo desnudo entre rayos de sol que dibujan excitación. Camina lentamente, y nos fundimos en un abrazo apasionado, sólo nos dedicamos a sentirnos, a susurrarnos palabras locas en los oídos, a vibrar de entrega total, sin inhibiciones, sin pensar.
El tiempo se detiene y pretendemos dejarlo así, pero no fuimos capaces de hacerlo y acabamos por desenlanzar la trepada llegando a la cima del sexo y encendiendo un cigarrillo.
Extenuado contemplo las colinas de Alika a contraluz, entre el humo del cigarrillo, viendo caer por las ladera gotas diminutas de deshielo.
El silencio se apodera de ambos, por unos minutos permanecemos callados, respiramos un aire de desconcierto. Veo en el rostro de Alika lágrimas deslizándose por las mejillas y oigo el llanto que intenta enmudecer.
- Alika, ¿Qué te pasa?, pregunto mientras acaricio su rostro.
- No sé, de verdad me cuesta entenderlo. Dice entre hipos de llanto.
- Hay cosas que yo tampoco entiendo. Digo tratando de tranquilizarla.
- Sabes, me dice en tono de confesión. Es la primera vez que amanezco con un hombre en mi cama y lo recuerdo. Hasta ahora siempre despertaba con un desconocido en mi cama, dejaba una nota y escapaba de mi casa esperando no volverlo a ver.
- No entiendo, ¿Cómo no lo recordabas ?
- Eso es lo que no entiendo, recuerdo cualquier operación de compra o venta que realizo en mi trabajo, pero hay cosas que me son imposibles de recordar.
Siento un vacío por las mañanas, salgo por las noches, pero siempre me recuerdo sola, me es imposible establecer una relación afectiva con alguien porque simplemente la olvido en una noche.
- Verdaderamente estoy sorprendido por esto, respondo.
- ¿Sabes que?, dice inocentemente. Por primera vez experimento un recuerdo donde haya compartido algo con alguien. Anoche en Saddam sabía que eras vos, no me preguntes por qué, pero siento que siempre te estuve esperando.
- Bueno calmate un poco, esto puede resultar demasiado fuerte, digo mientras la abrazo fuertemente.
- Y ahora que siento esto, tengo miedo de olvidarte, o aún peor, que no te interese estar conmigo. Termina la frase irrumpiendo en llanto.
- Bueno, bueno, mejor me voy a preparar el desayuno. Digo cortando un poco el clima.
- Ves, no lo puedo creer. Dice irrumpiendo nuevamente en llanto. Es la primera vez que alguien me va a preparar el desayuno, yo no sé cómo es compartir estas situaciones cotidianas. Mis actitudes las fui aprendiendo como todos en el CCS pero nunca supe si eran auténticas, nunca las cuestioné, nunca supe si estaba bien pensar.
- Escuchame, yo estoy renaciendo igual que vos, y algo que nunca me vino mal es manejarme según lo pienso, déjate guiar por lo que vos sentís, aún cuando nunca se te presentó una situación similar. Olvídate de los preceptos pre establecidos, conjetura tus pensamientos y ordénalos y sobre todo pensá, algo ya vamos a hacer. Dale te espero en la cocina.
Hago unas caricias a Alika que me abraza nuevamente, como sintiéndose protegida entre mis brazos, la beso en su boca y me levanto de la comodidad de la cama, totalmente desarreglada por razones obvias, y voy en busca de mis pantalones.
- En el armario tenés ropa, usala es para vos, siempre la tuve guardada esperándote. Dice Alika sonriendo entre sollozos y resignándose al desconcierto comienza a reír a carcajadas.
- Ves, no te parecen demasiadas coincidencias, digo también riendo.
Tomo la cara de Alika y la beso nuevamente, continuamos tentados por la situación y a carcajadas me visto, con el jean negro y la camisa blanca, me coloco mis botas sentado sobre el borde de la cama, y salgo hacia la cocina.
Antes de cruzar la puerta le digo, parapetado sobre el marco de la puerta de la habitación:
- No me digas que no te salvé anoche de la mole precoz del bar, imagínatelo a él tratando de ponerse esta ropa. Espero que no a todos le digas lo mismo. Digo en tono de chiste.
- Maldito sarcástico, vos y tu incisivo humor negro, responde riéndose mientras revolea un almohadón hacia la puerta.
Voy caminando hacia la cocina, mientras tanto pienso en las palabras de Alika y las casualidades que nos atañen a ambos. Verdaderamente creo que es una mujer especial, pero no sé qué significa para mí. Aún no sé cómo me paro en medio del gran salón, giro hacia la puerta de la habitación y grito.
- Alikaaa.
- Queee. Responde a lo lejos mientras a medio vestir se asoma por la puerta.
- Te Amoooo. Grito descontroladamente.
Su cara de sorpresa denota el impacto de estas palabras que pronuncio desde lo más profundo de mí ¿inconsciencia o mi corazón?. Casi cayéndose de la emoción y otra vez con lágrimas en los ojos responde
- Yo también Nav, siempre te amé. Dice mientras sonríe.
Ya en la cocina me dispongo a preparar el café con leche con algunas tostadas, manteca y mermelada. Abro la heladera y saco el cartón de leche marca “Las tres Viejardas”, la mantequera y la mermelada, antes de cerrarla encuentro unas naranjas que también apoyo sobre la mesada.
Enciendo la cafetera express la cargo con el café molido, pongo las tasas y dale nomás... el desayuno está en marcha. Debido a la amplia divulgación que ha tenido en distintos medios especializados los desayunos, procederé a evitar el desarrollo de los pasos minuciosos que hacen a la confección del mismo.
Ya con el desayuno sobre la mesa perfectamente distribuida, espero a Alika para compartirlo. Siento un escalofrío que recorre mi cuerpo rápida y descontroladamente, eso ocurre cada vez que un simple acto cotidiano reingresa en mis recuerdos
Alika entra al comedor más radiante que nunca, ya perdió su aspecto felino y su aspecto fresco contrasta como el alba entre los prados. Ataviada con unos jean azules, camisa blanca, botas marrones coronados por un pañuelo colorado en su cuello, contorsiona las cerámicas del piso en su andar de rayuela. Sus cabellos aún húmedos enmarcan su rostro y resaltan sus ojos celestes pastel, cayendo y arremolinándose por su cuello alegremente sometido al bello estrangulamiento.
Antes de sentarse a la mesa me besa en la boca y con actitud alegre y divertida se sienta a mi lado.
Por unos instantes el silencio se apodera de la mañana, y como en cámara lenta, pasan los verbos en miradas con fondo de latidos parsimoniosos.
A VOLAR MI AMOR
Salimos con Alika, el sol de la madrugada bañaba las facciones más escondidas de su rostro. Mientras caminábamos hacia el trabajo de Alika con un paisaje urbano distinto al de la noche, me detuve a enmarcar en mi retina lagañosa fotogramas de una película muda, roída de sepia en las esquinas.
Un charco de barro semitransparente refleja una construcción majestuosa que se funde con la trama de la baldosa; pisando papeles sucios, descubrí con mi mirada una publicidad de alguna compañía aérea que decía “Vuele con nosotros”, al instante una sonrisa se enmarca en mi rostro. Una imagen del aeropuerto en donde se embarcaban vacas apretujadas pero de labios pintados se cruzó por mi mente. Sin quererlo pronuncio un tonto pensamiento en voz alta diciendo “Yo puedo volar solo”. Lógicamente esto provoca en Alika una expresión de asombro que rápidamente se transformó en bronca, mientras al mismo tiempo se escucha el eco de su última palabra. Seguramente nunca sabré de qué estaba hablando, ya que yo nunca percibí que lo estaba haciendo.
Cómo es posible que hace solo algunas horas mi mente solo tuviera lugar para sus palabras y ahora me detengo en detalles que me hacen olvidarla. Por algunos momentos juro me sentí caminando solo, sin esperar el paso de sus tacos, sin que ella espere los míos.
Ahora seguimos caminado próximos al lugar de trabajo de Alika, pero un poco más lejos que anoche el uno del otro. Ni una sola palabra se volvió a escuchar en esas cuadras, ni aún aquellas más superfluas, sólo silencio incierto.
- Sabes, en el CCS nos mostraban cosas muy interesantes. Dice Alika
- Que es el CCS. Le pregunto
- Es el Centro de Capacitación Social. Dice rápidamente y sin mirarme.
- Qué cosas interesantes Alika. Pregunto también sin mirarla.
- Nos pasaban videos de algunas cosas viejas, en realidad nunca las podíamos terminar de ver porque algunas estaban en muy mal estado, pocas cosas quedaron utilizables de la inundación de lágrimas.
- ¿La inundación de Lágrimas?. Pregunto con desconcierto
- Si, dice Alika, poco recordamos de ayer, la mayoría vivimos lo que se dice al día.
- A mi me parece que si no se acuerda de ayer, más que al día viven al pedo. Respondo casi sin pensarlo y preocupado por haber herido quizás a Alika.
- Que es al pedo, dice mientras denota una sonrisa nerviosa.
- No importa le digo, contame eso de las lágrimas.
- Si en el CRH (Centro de Recopilación Histórica) hay documentos que nos dejaron saber sobre ese hecho. Cuentan que un día todos los habitantes de la ciudad se pusieron a llorar. Se habian dado cuenta que sus vidas no tenían sentido, todos preocupados por cosas como la corrupción, el desempleo, pero sobre todo dicen que fue a causa del aburrimiento que sentían todos, frustraciones escondidas en estantes de madera como si fueran libros. Nosotros tenemos algunos recortes que hablan de eso, pero también otros murieron de risa.
- Y vos viste los documentos esos?.
- Si, en el CCS nos mostraron algunos, yo recuerdo algunos titulares que decían “El pueblo llora por Evita”, yo creo que esa debe haber sido la primera que murió por la inundación, y también había otros que decían “La justicia es un chiste” y después explicaban cosas que nunca pude entender.
- Y cuando fue esa inundación de lágrimas, pregunto incrédulo.
- No se cuando fue, y ademas qué importa si total ya pasó; Sabes una vez vimos un video JVC que tenía adentro un programa de America Dos, era de un Lanota, si Jorge Lanota, y el tipo hablaba y hablaba, y otro de Mauro Viole lleno de gente rara, hombres vestidos de mujeres, abogados, ese me gustaba mucho era muy gracioso.
- Y lo que decías anoche, sinceramente algunas cosas no las pude comprender.
- Yo tampoco. Dice riendo.
- Como que vos no las entendés, por qué las dijiste entonces.
- En el CCS también nos dan una materia que sirve para que podamos establecer relaciones con los demás, sólo se usan cuando querés estar con alguien, entendés.
- Ni un poco Alika.
- Todo lo que dije, como moví mi cuerpo, mi ropa, gestos, todo, todo lo aprendí en recortes que me dieron en el CCS. Te confieso que algunos ni siquiera los entiendo, sólo los repito mecánicamente tal cual los aprendí. Pero eso si, no podés negar que dan resultado ¿No?. Dice tranquilamente.
- Pero y todo lo de anoche también fue estudiado previamente. Pregunto ya si perdidamente desconcertado.
- No, ahora tengo un poco de confusión en mi cabeza, ya te dije que nunca antes había despertado con alguien. No sé cómo decirlo, creo que por primera vez me sentí.
- Auténtica, interrumpo.
- Si auténtica, eso quería decir.
- Alika yo te tengo que confesar que no sé si todo lo que te dije es.
- Pará, pará, evidentemente algunas cosas no las entiendo, pero no soy tan tonta, es más creo que hoy soy un poquito menos tonta que ayer. Lo que querés decir es referido a eso de te amo?
- Bueno no sé como explicartelo?
- No tonto, no te das cuenta que no me tenés nada que explicar. Mirá, ya llegamos y tengo que entrar, pero no sin antes darte un beso.
Alika me abraza fuertemente y tomado mi cara con ambas manos me da un beso calido y húmedo como pocos, parece querer tomar la mayor cantidad de sensaciones posibles y en un solo instante. Mientras se aleja veo por su rostro el brillo de una gota que abriendo camino es seguida por otras tantas. Ruedan con rastros de rimel y caen a emprender el vuelo de su destino. Lo curioso es que nunca tocan el piso, pulverizándose en diminutas partículas son llevadas por el viento hacia lo alto.
- No sé cómo hacer, pero si me salen las palabras, quiero decirte gracias.
- Alika no sé como...
- Gracias por haber despertado en mí un dormido presente, ahora me doy cuenta de cuánto sirve acordarse de ayer. Sino cómo voy a hacer para recordarte, tus gestos, tu olor, mi cama será un mudo testigo de tu presencia, yo soy la que te llevo a la cima de las sensaciones, pero no se puede seguir por mucho tiempo ahí arriba, te falta el aire, entendés.
- Si creo que sí. Digo con la voz temblorosa.
- Bueno me tengo que ir. Dice limpiándose el maquillaje.
- Chau le digo mientras su mano se despega lentamente de la mía.
- Chau Nav. Dice dándose vuelta.
Me quedo parado en la puerta de aquel edificio viendo cómo la silueta de Alika se perdía entre las sombras. Chau Alika digo silenciosamente.
Permanecí no sé cuánto tiempo parado, la poca gente que circulaba me esquiva indiferentemente. No sé cómo describir... Bah, siempre la misma manía de describir, hay cosas que no se pueden describir esta claro.
En menos de 24 horas he experimentado nuevamente, después de no sé cuánto tiempo, si es que el olvido puede medirse en tiempo de agujas de cuarzo. Continuamente sufro de estos altibajos constantes, momentos de plenitud que se conjugan como verbos desembocando en caídas. ¿Cuánto se puede mantener un vuelo sin mover las alas?, ¿cuánto se puede aletear para alcanzar la altura?, ¿cuándo oxígeno falta para poder revolotear alrededor de una astro?, creo que es el momento en el que debo respirar hondo, juntar la mayor cantidad de aire posible, estirar mis pulmones hasta colmarlos de oxígeno y saltar en busca de. Un de amplio, sin premeditación dolosa, un de que se irá armando con pasos tímidos, inciertos, firmes, confiados, pero siempre paso a paso. Constantes contradicciones se arremolinan en mi cabeza, que tosca por cierto se queda sin reacción, inerte, pero sobre todo gris. No saben cuánto odio el gris, no está ni de un lado ni del otro, según como dé la luz se pasa para el lado de los blancos o de los negros. Y yo en el medio de una foto en blanco y negro. A veces parece que alguien hubiese armado todo un plan para mi vida, que mi olvido no es casual, que mis palabras son repeticiones, que mis pasos ya estaban programados.
Como observado por ojos ocultos caigo en un estado fóbico, persecución frecuente que mi mente utiliza quizás para hacerme reaccionar ante algo.
Inmediatamente giro mi cabeza y veo un enorme camión colmando de chatarra, que sin intención de frenar se dirige hacia mí. Me apunta con la mejor de las armas, siento cómo el viento se corta a su paso certero, veloz, asesino. Salto rápidamente girando mi torso hacia la vereda, mis manos adelantadas amortiguan la caída, todavía rodando abro mis ojos y hecho una caleidoscópica mirada de la ciudad.
Mientras me incorporo, sacudiendo mis ropas, veo la silueta endemoniada del camión, humeante de ira por fallar el embate de su víctima.
Levanto mi mentón, y en pose de torero pero sin traje de luces, grito sublevadamente Oleeeeeeeeeee.
Doy la vuelta, miro la calle que baja hacia el río y me pierdo caminando lento.
INTER RECORD GAP
De mí, pocas cosas puedo contar. A veces afloran recuerdos vagos sobre mi persona, instantáneas se me muestran con momentos congelados, el resto es a veces imaginado por mí.
Miles de interrogantes me formulo en mi silencio, introspectivo por momentos dedico mis sentidos a observar. Los paisajes no dejan ver a simple vista su alma, sus venas claras con torrentes espumosos que buscan la amplitud de los mares. Pero cuando logras detener una gota de agua, vaporizada por la caída abrupta e inevitable, y prismas en él la luz de sus espectros, cae el velo de lo corpóreo y tangible y se comienza a divisar hasta el más pequeño detalle, se percibe el más sordo sonido, y se escucha el palpitar del corazón.
Pero con la gente siempre es más difícil, muchas veces parece que le viste el alma, desnudaste sus secretos. Pero realmente desnudaste su hoy, mañana un giro extremista lo hará caer en su propia utopía, un sentimiento, una causa, un temor, o simplemente porque se aburrió de la estoa, lograrán que la adrenalina haga su trabajo, que lo mantenga vivo, que lo preocupen, que lo estremezcan, que lo hagan sentir. Aquel que no se contradiga por lo menos una vez, seguramente esconde detrás de una armadura medieval el sudor de su aburrimiento.
De pronto caminando con ligereza comienzo a surcar rápidamente el laberinto de calles hasta llegar a una amplia plaza, rodeada de edificios importantes puedo reconocer al cabildo, la catedral con sus columnas firmes como granaderos, pero tras la pirámide de mayo y mirando hacia el río veo a la rosada. Hoy pintada con grafitis coloridos y a su alrededor una reja castigada de golpes y palos. Tras la misma algunas personas de azul, con cascos y armas preparan un asado improvisando una parrilla con chapas de escudos fuera de servicio. A ninguno le falta el característico anteojo verde, serán para el sol, pienso mientras me acerco y diviso más detalles.
A la derecha una flotilla de motos de las más variadas marcas y modelos, descansan desordenadamente dispuestas, algunas con cuernos en su manubrio, otras con esquemas de pinturas psicodélicos, sobre cada una de ellas descansa una campera de cuero negra con una inscripción en la parte de la espalda, que por la distancia no llega a ser legible.
Del lado izquierdo un grupo de seis automóviles todos Ford, todos verdes, lucen impecables a pesar del paso del tiempo. Al lado de cada uno hay una persona de traje oscuro (estos son los primeros trajes que veo desde que estoy aquí) con lentes negros esta vez, que con actitud nerviosa miran hacia todos los puntos cardinales, pareciéndoles sospechosos hasta unas palomas que revolotean alegremente sobre la plaza. Una perforación en el capot de los autos deja ver la toma de aire un turbocompresor lo que denota la preparación y exigencia a la que supuestamente se le imponen a estos fierros.
Cuando el grupo de despreocupados hombres de azul es alertado de mi presencia, por una silueta sin rostro ubicada en el primer piso, bajo el grito de Parapetarse Carajo!!!, una lluvia de choripan, morcilla, vacío y huesos de asado de tira caen al piso junto con los cuerpos de los hombres que inmediatamente me apuntan con sus armas, prácticamente desde todos lados.
Los hombres de trajes oscuros, ingresan rápidamente a sus vehículos y los ponen en marcha provocando un estruendo ensordecedor. Las palomas hasta ahora casi escondidas se elevan asustadas, la plaza se oscurece ante su vuelo que eclipsa el sol. Un caos generalizado se produce tras la valla, gritos, órdenes, ruido de motores. A todo esto se le suma una horda de grandotes con pelo largo y barba que corren toscamente hacia las motos, con rápidos movimientos de sus extremidades bajas, aún no puedo determinar o imaginar siquiera de dónde salieron. Cuando creí que ya ningún otro instrumento se podía llegar a sumar a la orquesta estable de la rosada, detrás del edificio se eleva una silueta temible, reconocí entre todo este quilombo el golpeteo de sus aspas contra el aire, y algunas palomas también.
Mientras permanezco inmóvil tirado contra el piso, espiando los sucesos en primera fila, juro que a pesar del cagazo me sentí importante, yo armé todo este despelote tan solo con caminar despreocupadamente, y no me salió otra cosa de adentro que un grito de QUE LO PARIÓ!!! y en voz baja un quién carajo me mandó a pasar por acá.
Algunos disparos comienzan a escucharse, evidentemente eran al aire, por cada uno escuchaba cuatro o cinco puteadas cuando los restos rojos de palomas destrozadas caían sobre ellos. Esto parecía un gallinero, particular por cierto, sin gallinas, sin huevos, pero gallinero al fin. Las plumas y el olor a pólvora forman un particular aroma, que se mezcla con el asado, al que se sumaron casualmente un par de achuras de bichos voladores.
Sin pensarlo demasiado comienzo a arrastrarme, intento retroceder y escapar de esta situación. Escucho gritos de ALTO CARAJO!!!, NO SE MUEVA!!!, y frases por el estilo, que recuerdo haber escuchado alguna vez al pasar por Campo de Mayo.
Fíjense, por si alguien no cree en las coincidencias, cuántos Mayo pueden converger en un mismo lugar y al mismo tiempo, para colmo yo nací en el medio del mes de mayo, tal cual me encuentro ahora.
Logro retroceder unos cien metros, ya escuchando algunos aislados silbidos que pasan rasantes sobre mi cabeza. Me escondo detrás de la pirámide que está en el centro de la plaza. En este momento sinceramente no sé cómo mierda voy a salir de acá. Me siento rodeado, mejor dicho no me siento, estoy rodeado. De pronto reflexiono sobre lo fácil que hubiese sido acabar con el intruso que amenazante osó acercarse a ese lugar sagrado, cortando el momento de relax de la heterogénea tropa. Es allí cuando noto que la mayoría de estos hombre miraban más a su alrededor que mí, confieso que esto también me frustró un poco, es como si estuvieran esperando algo más que un perejil caminando solo.
Algunas sirenas se escuchan en los alrededores, como coro secundario de la sinfonía. Mientras me asomo por el costado de la pirámide que me sirve de trinchera casual, veo al helicóptero comenzar a moverse hacia donde yo estoy, a su paso siguen cayendo las palomas metiéndose por cualquier hueco de la máquina, que como dudosa emprende el avance lento, mortal, seguramente implacable. De los soportes laterales puedo distinguir algunos cohetes de importante porte preparados para ser disparados. Ya está pasando sobre el batallón aún tras las rejas, de pronto escucho un estruendo espectacular, por un instante llegué a pensar que disparaba un cohete hacia mí, pero la realidad era otra, en tan solo un pestañeo el victimario pasó a ser la víctima. Lo veo cayendo como una bola sobre los hombres, realmente un espectáculo aterrador como pocos. La fachada del edificio sufre el embate que deja un hueco enorme, sobre la calle una explosión dispersa como hormigas a los uniformados. Sobre el edificio del ministerio de economía, en donde ahora hay una especie de templo evangélico, algunas siluetas asoman con sus armas disparando hacia la rosada. Desde todos lados aparecen hombres con rostros crudos, algunos con armas, otros con palos o lo que encuentran a su paso. Un sonido de bombos se aproxima con voces coreando cantos, Algunos carteles con inscripciones se despliegan en los alto, en una llego a leer Agrupación Reality Show, otros con frases como SOMO EL PUEVLO, y en el fondo el más grande de aproximadamente cincuenta metros de largo, sostenido con dificultad por una importante cantidad de hombres, que decía los A-NARCOS.
Las palomas diezmadas dejaron de revolotear sobre el campo de batalla, en su lugar el humo tomó por completo la atmósfera ahora casi irrespirable.
Un grupo de personas llegan hasta mi ubicación agachándose, uno de ellos, el que parecía el jefe me pregunta.
- ¿La puerta del centro estaba abierta?
- Creo que sí, yo estaba a unos veinte metros.
- ¿Había alguien arriba?, pregunta agitado.
- Si, pude ver una sombra.
- Gracias por todo, dándose vuelta y haciendo un movimiento con el brazo.
- ¿Pero ustedes quiénes son?
- Somos los Bombucha. Dice Alejándose rápidamente con sus compañeros
Sigo observando la cruenta batalla alejándome cada vez más, algunos de los autos intentan escapar de la emboscada, ninguno lo logró, quedaron como antorchas alumbrando la batalla. Otros probaron suerte con sus motos, pero fueron fácilmente derribados. Los que corrían quedaban con su cara en el agua estancada de la alcantarilla con dos o tres tiros en su cuerpo. Los que no corrían también.
De pronto, mirando a mi alrededor, escondido entre los arcos del cabildo, un jeep se aproxima, frena próximo a mí y un hombre rubio, de unos 45 años de edad, se acerca a mi. Extendiendo su mano y acompañando su gesto con una mirada sincera me dice.
- No conozco tu nombre pero gracias.
- ¿Gracias de que?
- Vos fuiste el detonante perfecto de la rebelión final.
- ¿Que rebelión final?
- No importa, igual gracias. Querés venir con nosotros, ahora viene lo bueno.
- Sólo si promete contarme qué es lo que está pasando.
- Seguro, después hablamos, ahora mira.
Me subo al vehículo junto al rubio, que después su compañero llamará Gringo, mueve el jeep unos pocos metros, cuando frena le dice ahora Cholo al que manejaba.
El Cholo acciona una sirena ensordecedora, que enciende y apaga tres veces. Al escucharla todos los hombres presurosos se desconcentran rápidamente, la plaza queda nuevamente desierta como páramo humeante, con restos de hombres por todos lados, fundidos con plumas de palomas destrozadas e iluminados por el fuego.
Unos 6 hombres son los últimos en salir corriendo desde el interior de la rosada, dirigiéndose hacia nosotros. De pronto el edificio pasó de rosa grafiti a fragmentos dispersos por los aires. La onda expansiva de la explosión nos sacudió a nosotros que estábamos a unos doscientos metros del lugar, y dejó por el piso al grupo de hombres que venía corriendo. Los miro con preocupación y el gringo me toma el hombro y me dice –No te preocupes los bombucha saben lo que hacen.
La construcción característica del paisaje de plaza de mayo dejó de existir, en manos del gringo, se difuminó su silueta histórica en tan solo una explosión fugaz como una estrella. No sé si mirarlo con odio o agradecimiento, no sé qué sentir, toda la historia cae en mis espaldas, podría haber hecho algo, pienso apesadumbrado.
Sin tiempo a reaccionar el Gringo me toma del brazo y bajándome del Jeep me grita – Tenemos que huir ahora, no tenemos mucho tiempo.
- A donde vamos, pregunto inquieto
- No hay tiempo para respuestas ahora, corré y seguime.
- Seguramente nos están esperando, nos quieren liquidar cuando estemos escapando.
- Mira Gringo, digo con tono neutral, yo tengo que ir para la Boka.
- Que Boka ni Boka, hacé lo que quieras, pero te aseguro que no durás ni tres cuadras, esto en cinco minutos va a ser un hervidero de balas. Seguime no seas boludo, no tenés otra salida.
Casi con resignación me apresuro para poder seguir el ritmo del Gringo que corría en dirección a la Avenida de Mayo. El Cholo un poco más grandonte y pesado daba saltos toscos a su lado con su arma al hombro.
En la esquina de la calle Piedras el Gringo se detiene al lado de la calle y algunos hombres convergen hacia su posición, en ese lugar una vieja estación de subte con nombre homónimo a la calle, aparenta ser la salida al caos que se aproxima (según el Gringo), ya que la calle está desierta y no se ve nada más que humo y destrucción.
Bajo por las escaleras y encuentro un andén con el piso destruido y falto de iluminación, algunas antorchas apenas dejan adivinar el camino, que es seguido por los hombres que regresan de la batalla callejera.
El Cholo a mi lado se arrodilla a un costado y prepara un detonador que nerviosamente juega en sus manos. Después de terminada su sesión de manualidades pega un grito diciendo – Gringoooooo lista la tapa.
La figura en penumbras del Gringo se ve bajar por las escalera, una sucesión de explosion, silbido y sangre, hace caer al Gringo que rueda por las escaleras
- Andá y traelo me dice el Cholo, andá y traelo. Con voz nerviosa y desesperada.
Corro hasta el pie de las escaleras y cargo el cuerpo ensangrentado del Gringo que aún casi inconsciente dispara hacia la entrada con su arma. Tipo jodido pienso.
Escucho un grito de “Al piso que se pone la tapa” retumbar en el túnel oscuro, mientras doy de bruces contra las baldosas una explosión deja caer una tormenta tropical de piedras y polvo arrancando de sus lugares a la línea de molinetes oxidados.
Después del sismo unos hombres levantan al Gringo y lo llevan mientras el Cholo con su frente sudorosa me ayuda a levantarme y palmea mi espalda en señal de agradecimiento.
Mientras caminamos encolumnados por entre los rieles, más adelante una tenue luz nos indica el supuesto destino, otra estación de la vieja linea A.
A mi derecha puedo ver los restos de uno de los subtes que circulaban por esta línea, recuerdo vagamente su andar destartalado, sus asientos de madera, y sus puertas de apertura manual.
Llegamos dificultosamente hacia la fuente de luz, trepamos al otro andén y emprendemos una marcha endemoniada en un laberinto de túneles de paredes azulejadas como baños. A dónde vamos, pregunto al Cholo. A Constitución, responde, ahí nos espera el transporte.
Por su tono preocupado no me atrevo a preguntar más y limito mi acción a seguirlo y salir de esta situación.
De pronto tras un recodo del túnel unos hombres se alegran dando Hurras y bajando sus armas en clara señal de alivio y distensión.
En las vías un extraño engendro de hierros provoca un estruendo importante, que se magnifica por el eco del túnel. Suban rápido dice uno sentado al frente de un motor o algo parecido. Dale dice El Cholo subí.
Los hombres ya están sobre el engendro, amontonados, algunos heridos como el Gringo atendidos por los hombres. Me acomodo en la parte delantera junto al Gringo y el Conductor. Un chillido agudo se funde con el ruido del escape del motor, el humo y el olor dejan claramente a la vista que es Diesel.
El mamotreto metálico comienza a moverse lentamente como despertando de un letargo de años, más adelante sólo se ve oscuridad, más atrás el humo hace que una nube tóxica intente caer sobre nosotros.
Después de unos 6 minutos de marcha, veo una luz tenue, como de antorchas, y algunas siluetas de hombres.
Cuando llegamos hacia la fuente de luz, unos hombres festejan la victoria sumándose al grupo que venía con nosotros.
En un cartel se lee Constitución, y mientras marchamos hacia la salida un grito de Al piso me alerta de la inmediata explosión. Curiosa forma de escapar, recién ahora me doy cuenta que por donde pasan estos hombres todo explota o se derrumba.
Sacudiéndome el polvo de mi cuerpo llego a la salida y veo por fin al sol. en ese instante el Cholo se acerca y me dice.
- Venís con nosotros che.
- Creo que no, aunque no sé a dónde van.
- Un tren nos está esperando para irnos a Mardel, ahí esta nuestra central de operaciones.
- No gracias, debo ir a otro lugar
- Bueno, si necesitás algo vení a vernos, ya sabés dónde encontrarnos.
- Gracias, digo estrechando su mano. Suerte.
El grupo de hombres se dirige rápidamente hacia la estructura de la estación Constitución del Ferrocarril Roca. Poco a poco desaparecen por las aberturas de acceso al edificio deteriorado, al tiempo que se escucha el estrepitoso sonido de una bocina de tren. El reloj marca las 12.
Me quedo unos instantes parado recopilando y respirando los aires de la situación confusa. Algunas personas circulan por la plaza en la que estoy parado. Un sudor recorre nuevamente mi cuerpo y solo atino a sentarme en un banco de la plaza.
Permanezco allí algunos minutos, simplemente mirando la silueta urbana, cortada por autopistas de hormigón elevadas sobre pilares grises. Algunos retoques de verde dispersos son el blanco de las meadas de los perros vagabundos. La disputa por un árbol puede llegar a teñir de sangre el pasto, un hueso puede provocar una guerra de jaurías salvajes y hambrientas.
Por momentos pienso que hasta me observan con ganas, sobre todo cuando por su hocico chorrea un hilo de baba mientras me miran de reojo al pasar.
Al costado de la salida del subte, por la cual salimos, una moto tirada en el piso aún deja girar su rueda trasera. Pienso que quizá haya sido olvidada por los A-Narcos en su rápida huida hacia el tren.
Tomo la moto y la enderezo, reviso rápidamente en busca de algún notorio desajuste. Subo sobre ella pegando un salto importante, estas motos enduro siempre fueron altas, y cuando me preparo para darle arranque con la típica patada, escucho una voz que dice. Hey Don Yo le cuidé la moto, no tendría algunas monedas pa’l vino !!!. Una leve sonrisa se me escapa mientras miro al hombre barbudo, sucio y borracho, mientras pienso que algunas cosas nunca cambian. Meto la mano en mi bolsillo y saco 3 monedas que tiro hacia el hombre. Con reflejos dignos del mejor de los arqueros, da captura a los discos metálicos que directamente caen en su bolsillo derecho, mientras me dice Gracias Good Man.
Por nada, respondo volviendo a mi tarea de encender la moto.
Una cosita más, dice interrumpiéndome. Desconecte el cable rojo que sale de la masita blanca esa, sino va a parecer un mirage. Riendo a carcajadas.
Miro debajo del guardabarros trasero y veo un poco de Explosivo Plástico conectado con un cable efectivamente rojo a alguna parte del motor. Esta es una típica moto de los A-Narcos. Pálido aún y con las manos sudorosas desconecto el cable rojo y saco el explosivo tirándolo lo más lejos que puedo, Unos perros pelean por él.
Miro al hombre aún sonriente a los ojos, tomo mi petaca y se la lanzo, él la ataja con magistral habilidad, desenrosca la tapa, le pega un trago mientras saboreándolo dice, Este es del bueno, a su salud, Good man.
Enciendo ahora sí la moto y cuando estoy por arrancar me doy vuelta y le pregunto. ¿Qué hubiese pasado si no te daba las monedas por haber cuidado la moto?. Quién sabe dice sonriendo, en algunas situaciones solo podes saber una parte de la historia, la duda perdurará para siempre porque cada acto y decisión que tomes será único e irrepetible. Cuídate Good Man.
El eco de sirenas retumba entre el laberinto de la ciudad, creo que se acercan hacia acá, será mejor que desaparezca antes de que lleguen.
Saludo haciendo un gesto con la mano y arranco dejando una huella sobre el pasto, tan profunda como la que marcó este hombre en mi memoria.
RESPUESTAS LAS PELOTAS
Llegando a la avenida Paseo Colón, doblo hacia la derecha, si mal no recuerdo es el camino que conduce a la Boka. Unos pocos automóviles circulan con carrocerías casi desarmadas por los años.
El contorno de la ciudad se va modificando en cada cuadra que avanzo, un enorme parque a mi derecha deja ver un penoso cartel casi ilegible que dice que acá se fundó la ciudad de Buenos Aires.
Adelante mío una mole se va haciendo cada vez más grande, ya a unas pocas cuadras algunas pizzerías dejan claramente a la vista que estoy en las proximidades de la cancha de boca.
Cuando llego a la bombonera aún retumban sus tribunas, con sólo cerrar los ojos recuerdo esos momentos donde gritos dejaban sin habla a los hinchas, llantos bañaban de lagrimas las escaleras, y la pasión era el denominador común de cada persona que asistía a los partidos. Indudablemente el fútbol actual por décadas como termómetro de la sociedad. Muchas cosas podían olvidarse o no verse tan sólo por el fútbol.
Pasando por cada uno de los lados de la bombonera veo las boleterías con sus características rejas, carteles de popular local, platea alta y otros asignados a la señalética se encargaban de orientar la masa, hoy cuelgan desgarbados perdiendo el horizontal colgando de un clavo oxidado. Una simple omisión o un descuido podría provocar una catástrofe, como la de la puerta 12, por la que estoy pasando en este instante. Las rejas están abiertas hacia fuera y el viento la mece hacia los lados con un rechinar parsimonioso e irresistible.
Detengo mi marcha y dejando la moto a uno de los costados, ingreso al estadio, no sin sentir una rara emoción que eriza mi piel. Me hundo entonces por uno y otro pasillo, a mi paso restos de ladrillos y huecos en las paredes lo hacen aún más desconcertante. Creo que estoy ahora en el sector de los vestuarios y apenas a unos pasos logro ver el túnel que conducía a los jugadores al campo de juego.
El túnel desciende unos cuantos escalones y después la pendiente se invierte dejando ver del otro lado el cielo, delineando la tribuna coloreada de butacas azul y oro.
Un temblor invade cada músculo de mi cuerpo, cierro los ojos y hasta puedo escuchar los gritos de la tribuna, hasta puedo sentir la lluvia de papelitos en mi cara. Al abrir los ojos sigo sintiendo algo en mi cara, me paso la mano y una sustancia blanquecina me dice que hay palomas por la zona.
Una pelota vieja golpea mi pierna y escucho un griterío a mis espaldas. Inmediatamente giro y veo a un grupo de personas del cual uno me grita, ¿Nos falta uno te prendés?.
Miro fijamente la pelota gastada, y con mi pierna derecha la pateo hasta donde está la gente, inmediatamente después corro respondiendo que aceptaba la propuesta para incorporarme a alguno de los equipos.
- Bueno, me dice el que tenía la camiseta de Boca con el número 10 en la espalda. Yo soy el Diego.
- Yo soy Nav. Respondo.
- Te presento a los muchachos, Cani, Colo, Mono, Pocho, y todos los demás, que ya los vas a ir conociendo.
- Saludo levantando mi mano levemente.
- Y Bue, dice el Diego, ¿jugamos o no?
- Vamos respondo.
- De qué jugas.
- Te aclaro que no soy de lo mejor, pero me gusta adelante.
- Dale, vení jugá pa nuestro equipo. No importa como juegues si total venimos a divertirnos un rato nomás.
Y ahí nomás comenzamos un picadito de lujo en la bombonera, hay que reconocer que el pasto del campo de juego estaba un poco desmejorado pero el entorno hacía olvidar esos pequeños detalles.
El Diego se para en el centro de la cancha, mira a todos como dando a entender que empieza el juego y saca.
Con una sucesión de pases y marcas el Diego demuestra una habilidad importante, pero a uno de los muchachos del equipo contrario no le gustó mucho el caño que el Diego filtró entre sus piernas, y lo bajó.
Todos corrieron hacia el lugar de la falta, gritando cosas como “Qué mal que le hace esto al Fútbol Argentino” “Vamo a ver el Telebín” y cosas parecidas.
Ándate Cabezón déjate de joder, así no se puede jugar, decían en coro desafinado. Querés quedarte a jugar o vas a pegar patadas a cualquiera que te gambetee. Diego mientras tanto se encontraba en el piso tomándose su pierna izquierda, a su lado Cani lo ayudaba a levantarse.
Diego lo mira al cabezón y le dice “No seas boludo Che”. Vamos que sigue el juego.
La pasión demostrada por el Diego en cada toque que le daba a la pelota, la magia de cada uno de sus pases, y el brillo de sus ojos al patear con la zurda nos hizo olvidar rápidamente del altercado, por otro lado hecho común en cualquier picadito de barrio.
Al rato de jugar el cansancio se hacía sentir ya en las piernas, una jugada me obliga nuevamente a subir acompañando al Diego, por la izquierda el Cani desborda casi hasta el fondo, Diego se acerca, Cani se la toca, Diego recibe, gambeta a uno, gambeta al otro y de vuelta para el Cani. Este levanta la cabeza y me ve. Yo solo frente al arco, veo venir el esférico justo hacia mi frente, me preparo para cabecear, apunto a la izquierda del arquero, y mágicamente la clavo en el ángulo superior derecho del arco.
Qué momento!!! Pienso mientras doy saltos locos y abrazo a mis compañeros, hasta imito un festejo con la tribuna ausente.
Después de la euforia y 30 minutos de juego, me doy cuenta que no puedo correr un solo metro más. Diego nota mi cansancio y me dice, ¿Estás bien Nav?, la verdad que no, respondo jadeando.
Salí y quédate tranquilo que a estos los podemos hasta con 6 en la cancha, pero ahí está el loco además, seguro que se quedó dormido.
Corre unos metros hacia el lateral y le grita ¡Dale Palermo! Apúrate, vení.
Me cruzo con el loco cuando estoy saliendo y me saluda golpeando su mano con la mía, sus botines rojos me llaman la atención.
Tratando de recuperar la respiración, recostado sobre el pasto, miro con atención cada una de las jugadas de los Xeneises, hacía mucho tiempo que no veía un partido de fútbol, y realmente nunca lo había hecho en este estadio.
En un momento Diego toma la pelota y sale corriendo por la derecha desde su campo de juego, deja parados a 5 contrarios y remata al arco un cañonazo imparable. Mi festejo me recuerda imágenes de algún partido en un mundial mexicano.
Miro distraídamente mi reloj que marca las 3 de la tarde, y recuerdo mi objetivo, encontrarme con el viejo, el misterioso hombre de las respuestas sin preguntas.
Saludo con mi brazo en alto a los muchachos que casi sin parar de correr me devuelven amablemente el gesto. El eco de los gritos y cargadas retumba por el túnel gris, mientras salgo veo como un grupo de niños desarman lo último que queda de mi moto, si de esa que tomé prestada. Dadas las circunstancias no queda otra cosa por hacer más que caminar, y allí voy derecho hacia la Vuelta de Rocha, me guío por la estructura metálica del viejo puente de la Boca.
Camino por entre las casas coloridas, con sus paredes de chapa acanalada y entre las rejas descubren corpiños y calzones que asoleándose ventilan su existencia y la fisonomía de su propietaria también. Subiendo y bajando por las veredas y sus escaleras irregulares siento que se aproxima el lugar de las respuestas.
Un grupo de chicos esta apedreando a un gato que corre raudamente por la cornisa, mientras un viejo de larga barba blanca enciende por enésima vez su pipa tallada en raiz.
Dando la vuelta y ya contra el riachuelo, veo un galpón peculiar, que llama mi mirada y me deja sin aire. Nunca es mucho tiempo, pienso mientras me acerco a la entrada.
A mi derecha una hermosa morocha de labios rojos, me mira mientras el humo escapa de su boca, una mirada comercial seguida de un gesto de su mano me invitan a acercarme. Y yo, voy.
- Hola, me dice pausadamente, mientras sus piernas se inquietan.
- Hola, respondo y siendo honesto un poco caliente ya.
- A dónde vas tan meditabundo.
- Estoy buscando a alguien
- A quién buscas, yo creo que ya me encontraste.
- No, no, digo sonriendo levemente, estoy buscando al viejo.
- Sobre gustos, dice entre risas.
- No, no me entendés, estoy buscando al viejo, tengo que hablar con él.
- Mirá acá hay solo un viejo, se llama Responso, pero sigo insistiendo que yo soy más divertida.
- Te juro que no lo dudo, pero podríamos dejarlo para después.
- Como quieras, igual para vos es gratis, pero andá y golpeá en ese galpón.
- Chau... Gracias ...
- Marlena Rioba...
- Chau Marlena Rioba, gracias por tu ayuda.
- Placer.
Mientras mis manos tiemblan y transpiran, veo la puerta más grande ya, la forma del edificio es la de un viejo astillero con techo de chapa y tirantes de madera, desde la entrada unos rieles oxidados conducen al río descendiendo por una rampa.
Por unos instantes me quedo inmóvil casi sin respirar, de repente siento una sensación extraña, una mujer a mi lado me mira. Vestida con jeans y una campera de cuero deja al viento sus cabellos castaños. Levanta sus anteojos hasta su frente y descubre dos inmensos ojos marrones. NdA (Si marrones, me gustan los ojos marrones ¿y que?, Podría haber puesto, verdes, celestes, violetas, pero no, me gustan marrones).
La miro, y a esta altura, desconfiando hasta de mi sombra, casi no me atrevo a hablar, pero no hizo falta ya que ella empezó, con el tipico Hola.
- Hola, respondo
- Te vi desde la esquina y no sé por qué me tuve que acercar a vos.
- Anda a cagar, mientras me río.
- Porque te reís, boludo, ya estoy podrida de que me pasen cosas que no entiendo.
- ¿Como a vos también?
- Si yo tambien, idiota, te juro que ya no sé que carajo hacer.
- Bueno yo tampoco, te confieso.
- Pasé la noche encamada con un tipo que a la mañana no sabía mi nombre. busco respuestas de frases pelotudas, la gente esta cada vez más loca.
- ¿Y vos porque viniste acá?.
- Anoche un viejo me para y me dice que venga a un lugar al que todavía no se como llegue.
- ¿Y que más te dijo el viejo?
- Nada me dijo que él tenía las respuestas.
- Y bue, entonces creo que tenemos que entrar.
Abrimos lentamente la puerta de chapa, al correrla la proa de un barco parece venirse encima nuestro. El ambiente oscuro del galpón se mezcla con el aroma de masilla epoxi, pintura y cualquier otro olor desagradable que se les ocurra.
Por el fondo se ve un claro de luz natural, algo así como un patio interno o un jardín. Esquivando tablones y herramientas llegamos hasta un muro de enredaderas, traspasandola aparece el viejo sentado en un sillón.
- Llegaron, dice sonriendo
- Si llegamos, respondo.
- Bueno, ya era hora.
- Si creo que tenemos muchas preguntas para hacer sobre nuestro destino.
- Ah sí sí, el destino. Dice trabajosamente mientras tose.
- Contame porque nos hiciste venir acá.
- Porque tengo algunas cosas que contarles y otras que no.
- Vamos no se va a poner misterioso ahora.
- No, ahora me toca decir algunas cosas, por ejemplo el barco que está en el galpón es de Uds. ese es mi mejor legado.
- ¿Ese barco es nuestro? Y para qué.
- Ese barco es para que puedan viajar y así aprender.
- ¿Aprender?
- Si aprender a vivir.
- Y qué hicimos hasta ahora.
- Aprendieron a preguntar. Contesta tajante.
- Te juro que cada vez entiendo menos.
- Suele pasar, dice entre risas. Ahora escuchen atentamente mis instrucciones. Abran las puertas del astillero, saquen las trabas de los rodamientos y con el malacate tenso empujen lentamente al barco hasta el agua. Todo lo que hace falta ya está a bordo. Comprendido.
- Pero si no sabemos nada de barcos ¿cómo vamos a navegar?
- No te preocupes ya lo aprenderás. Además no hay muchas opciones, la revolución ya empezó y con suerte se morirán todos.
- ¿Qué revolución?
- La re revolución, algunos de estos pelotudos desmemoriados tienen en los genes algo de inteligencia. No hay peor cosa que vivir sin aprender de los errores pasados, no se saben ni el ayer, nunca piensan en mañana y dicen pavadas aprendidas de recortes sobrevivientes de la última revolución esa que inundó al país entero por el efecto invernadero.
- Bueno entonces que hacemos nosotros acá.
- Están salvándose porque piensan y tienen memoria. Y ahora basta de preguntas y a botar al Sapiente.
Siguiendo las instrucciones del viejo Responso botamos al Sapiente a las inmundas aguas del Riachuelo. Sus 45 pies de eslora y su rigidez quedan expuestas en cada uno de sus detalles. Su mástil parece acariciar los pájaros curiosos y hambrientos. Mientras cerramos las puertas del galpón el viejo se sienta en su sillón pausadamente.
- Y bue dice apagadamente.
- Bueno ahora respondé nuestras preguntas.
- No no, dice meneando la cabeza.
- Como que no, repetimos a coro.
- No no, ahora puedo morir.
- Como que podés morir.
- Si morir. Dice cerrando sus ojos.
- Pará, no te podés morir ahora, digo mientras lo agarro de sus hombros.
La cabeza del viejo Responso cae hacia un lado y su cuerpo queda tendido fláccida mente en el sillón.
- !Se murió!, el viejo de mierda se murió nomás. Grito alterado
- No puede ser, dice la chica.
- Si te juro que se murió. ¿Cómo te llamás?
- Kali, responde mientras toma la mano de Responso y la suelta.
- Y ahora quién carajo nos responde.
- Mirá dice Kali, ahí hay un sobre.
Tomamos el sobre apresuradamente y lo abrimos con la desprolijidad de un niño en el día de su cumpleaños.
Queridos Nav y Kali
Lamentablemente las respuestas no se las pude responder, como es obvio tampoco se las podré responder en este estado. Por los últimos 10 años he estado construyendo al Sapiente, tiene todo lo que hace falta para que partan.
No les queda mucho tiempo en una sociedad como esta en donde nadie se recuerda, nadie sabe su origen y el no pensar los convirtió en animales salvajes que no saben qué hacer.
Uds. no son los elegidos, simplemente creo que entre un mar de coincidencias uno tiende a pensar en lo místico y predeterminado por el destino escrito. Si no les doy respuestas es porque no las tengo ni las tuve, entonces la única que les queda es responder sus propias respuestas y lamentablemente comunicarles que su destino no está escrito y por lo tanto no podré adelantarles absolutamente nada. Uds. serán los encargados de elegir el brazo del río que quieren recorrer, segundo a segundo, minuto a minuto, día a día, año tras año. No dudo de su capacidad de razonamiento e inteligencia.
No es casual tampoco que sean dos, creo y esto puedo asegurarlo, será muchos más divertido para ambos.
Sin más que transmitirles y en espera de una buena travesía y un próspero aprendizaje. Los Saluda afectuosamente el viejo Responso.
- Que lo parió, digo mirando a Kali
- Vamos dice ella, mientras toma mi mano.
Ambos subimos al Sapiente, preparamos las velas, encendemos el motor y dejamos atrás la amarra.
Detrás nuestro, un reflejo serpenteante difumina entre restos de petróleo y aceites multicolores nuestro andar.
Nos abrazamos y nos quedamos mirando la silueta de la ribera de la boca, el galpón se destaca del resto por las ondulantes llamas que lo envuelven.
Algunos vecinos intentan en vano apagar a baldazos, las rojas y humeantes flamas que se elevan como arcos góticos. Las chapas se retuercen formando esculturas abstractas, las paredes se desploman y de nuestras mejillas corren de a pares lágrimas de sal. El viejo Responso tendrá como pira funeraria su techo de chapa con tirantes de madera vieja, seguramente tal cual lo había planificado, así como planificó nuestro viaje y nuestro encuentro. Nunca sabremos con seguridad si su planificación se debe a una mente que puede predecir los tiempos por venir o simplemente es un gran improvisador de actos tácticos con el fin de terminar la partida a su modo.
Una ráfaga infla las velas y arremolina nuestros cabellos, mientras salimos zigzagueando entre restos roídos de buques semi hundidos.
Ya en el antepuerto la silueta de Buenos Aires se torna más humana, y nos indica, con sus brazos abiertos, el camino que debemos seguir. Primero hacia el este, y luego buscando el trópico.
FIN
Comments