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BAR LEOPOLDO #0 (Crónicas de un fotógrafo de radio)

  • Foto del escritor: Fabian Zanardi
    Fabian Zanardi
  • 13 feb 2020
  • 9 Min. de lectura

Actualizado: 22 abr 2021

Como todas las mañanas, sentado en la misma mesa del bar de la esquina, Leo (diminutivo de Leopoldo) se tomaba su café expreso negro.

Uno de los motivos por los que le gustaba ir a ese bar, era que no tenia que explicar nada, ni le hacían las clásicas preguntas de las que tanto he hablado. Pide un café, y le traen un café, sin jarritos, americanos, lagrimas o cortados con dibujos de palmeritas, corazones o espuma artificial. Café es café y punto, y se toma en pocillo. (siempre que sale este tema se me sale la cadena y vuelvo a explicar lo de siempre).

Leopoldo (cuyo diminutivo es Leo), esta esperando simplemente, a alguien con quien conversar. Se nutre en mesas de bares de esa sabiduría popular tan poco ejercitada en épocas de mensajitos de texto y ese whatsapp.

Siempre ver la palabra BAR escrita al revés´,  desde el vidrio de su mesa ubicada justo en medio de la ventana, obviamente mirando hacia la puerta del establecimiento y por fuera la esquina transitada.

RAB impregnado en pigmentos cromáticos, se entrecruzan con su mirada mientras ve las escenas urbanas a través del vidrio que a veces se empaña cuando el frío exterior se quiere batir a duelo con el calor interior (que linda metáfora, piensa para sus adentros cuando sabe que estoy escribiendo esta frase). Con una letra fileteada a la antigua, nada de vinilos pegoteados, los rastros de trazos a dos colores dejan la impronta de un pincel con pelos de marta gastado por tiempo. La gruesa capa de pintura retocada varias veces, hace que, a la luz, se puedan detectar las saltaduras anuales dando un esplendor soberbio a las tramas iluminadas como si fuera un vitraux pintado con pelo de marta.

Confieso que tanto yo, como Leo (diminutivo de Leopoldo), en nuestra infancia teníamos una certeza ingenua de que cuando decían eso, estaban hablando de pinceles que tenían pelos de Marta, le peluquera del barrio que por cierto dada la coincidencia, daba un marco perfecto para encuadrar este concepto. Después de todo, que mejor lugar para buscar pelos que en la peluquería de Marta (la peluquera del barrio) con una conveniente sociedad con el querido Viejo Santos, dueño del Quiosco-Libreria-Despensa nivel I del barrio.

Creo que el viejo Santos fue el precursor de estos ahora tan modernos DRUGSTORES Open 24hs. El viejo Santos abría media hora antes a que entremos al colegio y la ventanita por la que nos atendía a los compradores de mielcitas y juguitos congelados en sachets de plástico grueso, estaba concurrido como panadería de oferta.

A los compradores de estos artículos, nos tenia prohibido el acceso al local, ya que nuestra compra endemoniada en monedas era como una especie de turba descontrolada y bulliciosa. Ni hablemos de la revolución que causaron los caramelos FIZZ y los POP ROCKS, ahí si que nos hicimos worldwide gracias a una ola de importación brutal que nos hacia sentir en Miami frente a nuestro propio colegio.

Solo podías entrar cuando tenias que comprar mapas, afiches, sea monkeys, algún yoyo Russel con ahorros de cumpleaños o compras grandes y de porte que requieran billetes.

Obvio que jamas abrió las 24 horas ni mucho menos, el viejo Santos a eso de las 18hs cerraba la ventanita, bajaba la persiana y no se lo veía hasta el otro día.

Nosotros creíamos que los pinceles de pelo de marta, eran confeccionados por el viejo Santos en cooperación con la peluquera. Divina ingenuidad en épocas en donde Google no existía.

Por cierto, si buscan hoy en Google, les dirá algo así como "Considerado el mejor pelo, es también el más caro. Marta Kolinski es un animal que vive en el Norte de Siberia, en la Península Kola y en Mongolia. Los pelos de su cola son los utilizados para el pincel, por su suavidad y elasticidad, ya que no pierde nunca la forma tras su uso.". Es decir, algo indispensable para nuestras obras de arte de clases de dibujo, en una edad en donde uno piensa que por tener esta ventaja competitiva de tener pinceles con pelo de marta (ahora si sabiendo que era el animalito y no los pelos de la peluquera), nos permitirá consagrarnos con obras de arte únicas compensando nuestra falta de destreza y cualquier sentido de la proporción de nuestra obras. Curioso, que actualmente hay mucha gente que  piensa de la misma forma, comprando elementos de máxima calidad, alta tecnología y alta performance (analogía de pelo de marta en los pinceles),  pensando que por ello tendrán un mejor resultado a su evidente falta de aptitud, destreza, capacidad o talento en algo.

El BAR/RAB por la mañana tiene una demografía espaciada. En este horario hay muchos clientes ocasionales que simplemente pasan por ahi y entrar a tomar un desayuno. Claro, que siempre estan los habitue, cuyo titulo de propiedad de la mesa exhiben con su soltura y familiaridad de sus codos apoyados, y claro... que habitué  no tiene gusto por conocer a todo el personal y que lo traten familiarmente. Es posible que mas adelante les cuente mi visión sobre sobre el gusto del cliente es se considerado de esta manera. Ese gusto por sentirse en casa pero en otro lado.

Las mesas se van ocupando y desocupando a un compás de café y pico, las conductas son fabulosas. Si hay tres mesas libres, se sientan en la del medio, cuando un extremo (de esta hipotética linea de 3) esta ocupado, dejan la del medio vacia. Hay tipo de clientes variados, el pensador, el dibujante, el desesperado por el diario (matan por conseguir uno de los diarios Clarin del local), los que van a hacer tramites y ordenan sus papeles, los cobradores, los vendedores, los estudiantes (consumen muy poco), los abogados, los contadores, los amigos, los que se reúnen por trabajo... y así podríamos seguir enumerando los subtipos con sus características actitudinales que en este relato no tienen importancia. Solo sirven para decorar y exponer la diversidad de clientes de este bar por la mañana.

Después están las mesas "favoritas", que por su ubicación son las predilectas según el subtipo de confort de los clientes. No importa que sea lo que haga, aca importa que mesa eligen y las caracteristicas de ellos.

Tenes los vidrieros, eso que tienen gusto por ocupar una ventana y mirar hacia afuera, generalmente apuntan hacia la puerta y casi ni se dan cuenta que llegó el mozo a atenderlos porque están mirando hacia un horizonte exterior vaya uno a saber que cosa. Aun cuando charlan entre ellos, los ocupantes de estas mesas suelen dispersarse con cualquier acontecimiento sea de la magnitud que sea, pero pase del otro lado de la ventana.

Los Fonderos, sentados siempre al fondo del local con amplia vision de todo lo que acontece en el salón del bar. Prefieren tener a sus espaldas una pared y si es rincón, el rincón mas alejado del bar, mucho mejor.

Lo Centreros, se manejan con soltura sentándose en mesas del medio, tengo la teoria que de que buscan esas mesas porque tienen una gran capacidad de vision periferica y ademas hacen uso del oido para complementar su observacion. Son faciles de reconocer porque generalmente quedan algo alejados de las mesas, sentados recostados sobre el respaldo (nunca apoyados en la mesa) y con movimientos que parecen casuales giran la cabeza casi permitiendo ver la totalidad de su entorno en todos los sentidos. La ventaja es que escuchan, y como bien saben... en las mesas de bares, duran poco los secretos aunque se cuentan en voz baja.

Los que se sientan cerca de la barra, son los que se consideran casi de la familia, buscan mesas cercanas a la caja en donde se aseguran que los mozos tengan un paso frecuente. Se meten rápidamente en conversaciones y chistes del trabajo u ocasionales chistes políticos y futbol en confianza, ya que son parte de la familia. Es posible que si las mesas cercanas están ocupadas, se tome el café en la barra sin ningún problema pero como un habito religioso de sus costumbres matutinas.

Después de esta resumida descripción, esa mañana de cielo cerrado y gris oscuro, hacia que las luces amarillas estén aun encendidas. Creo que es uno de los momentos en que mas cálido se siente el bar. Encima se mezcla ese aroma a café y tostados que se disemina por el salón dando un aire de cocina de un hogar conocido. Un dejo de calefacciones hace que se torne un lugar agradable en una ciudad fría con clima que destempla a las personas.

Pero aun era temprano, la mesa contra la ventana que ocupaba Leo (diminutivo de Leopoldo), ya tenia la el pocillo de café reglamentario y unos garabatos dibujados en la servilleta. Leopoldo (cuyo diminutivo es Leo), siempre tenia una lapicera en el bolsillo de su saco, porque claro, Leo (diminutivo de Leopoldo) usaba siempre saco. No usaba corbata, pero siempre usaba saco, a veces azul, a veces gris, a veces a cuadros, y ahora que lo pienso es como que tenia un saco para cada día de la semana.

Siempre tenia un cuaderno de de tapa dura negra, nunca se pudo ver que tenia adentro, cuando estaba con el cuaderno abierto y uno se acercaba, Leopoldo (cuyo diminutivo es Leo) lo cerraba discretamente. Por ello a veces hacia garabatos en una servilleta y después abrir el cuaderno para hacer vaya uno a saber que. Las veces que pase cerca de la mesa, trate de ver de que era lo que escribía, pero no aprecian letras, no era escritura lo que se veía, tampoco eran dibujos, así que era una de las incógnitas del contenido del cuaderno de Leopoldo (cuyo diminutivo es Leo).

Una vez quede sentado por casualidad en una mesa cercana, Leo (diminutivo de Leo) era la persona mas sociable que habia conocido, sin embargo no era frecuente verlo conversar con los que iban seguido al bar. Es como que escogía desarrollar sus conversaciones con clientes ocasionales. Es mas, si una persona que volvía al bar y habia tenido una conversación con el, era practicante ignorada en las instancias sucesivas. Como si perdiera el interés al haber conocido a alguien y haber conversado con el. Una especie de descarte de reiteración que tenia y dudo que haya sido una actitud conciente.

Igualmente era una persona extremadamente educada, y claramente no era un parco, a los habitués del bar los saludaba cordialmente y cruzaba las palabras de rigor típicas de conocidos. Lo que digo, es que no se sentaba a conversar con esos ojos brillosos de interés que tenia cuando conocía a alguien.

Yo nunca tuve una charla con el, lo mas cercano a ello fue cuando por casualidad termine sentado en la mesa de al lado. Había ocupado la mayor parte del salón, un grupo de vendedores que estaban haciendo una especie de reunión haciendo muy ruidoso todo y obligándome a salir de mi mesa habitual y quedar a su lado. Apenas unas palabras después del buenos días, pero le llegue a preguntar un par de cosas.

Todos sabíamos que se llamaba Leopoldo (cuyo diminutivo es Leo),

-A que se dedica ud. Leopoldo?

-Soy fotógrafo... fotógrafo de radio. (silencio desconcertante).

-De radio? (pregunte con tono dubitativo)

-Si, fotógrafo de radio (repite con total afirmación)

Como entendiendo de que estaba hablando elimino mi cara de desconcierto

-Le molesta si le pregunto que tienen en ese cuaderno que veo lleva todos los días? (mi actitud corporal debe haber sido como si estuviera por recibir un cachetazo).

-No es un cuaderno, es un albun de fotos (reafirma con una leve sonrisa insinuando que no entiendo nada). No le dije que soy fotógrafo?

-Es cierto Leopoldo (cuyo diminutivo es Leo), estoy un poco disperso esta mañana.

-Tranquilo es normal que genere cierto desconcierto (dice con tono resignado).

-Y... me... puede mostrar alguna de sus fotos?

-Amigo (me dice), son fotos de radio, no son fotos para ver. Disculpeme pero voy a leer el diario, le importa? (me dice con tono franco)

-Claro que no (respondo rápidamente , yo tambien me distraje, tengo que enviar unos mails (mande sin saber muy que decir).

-Los mails, los mails, eso si que es la perdición del hombre. Mire, (me dice levantando su dedo como en señal de amenaza). Si me decía que tenia que mandar unos mensajes por Whatsapp, lo obligaba a invitar mi café. (dice riendo).

-Leopoldo (cuyo diminutivo es Leo), le pido que me permita invitar el café de hoy. (Miro a Osvaldo, el mozo de la mañana que es casi de la familia y le digo). Osvaldo, el café de hoy los invito yo, los que sean.

Habia comenzado a llover, regando de chanfle el frente del bar, se produjo una especie de congelamiento de la dinamica del bar por la mañana. Nadie entraba y obviamente nadie salía. Osvaldo puso un trapo de piso en la entrada, esas puertas dobles de madera que se balancean hacia adentro y hacia afuera, estaban resguardas por la puerta exterior, pero a Osvaldo le gustaba que la gente se puede secar los pies al entrar así que era prácticamente automático que cuando se veía llover, Osvaldo corriera presurosamente a poner el trapo de piso en la entrada, del lado de adentro y justo después de las puertas vaiven rechinantes y con el barniz gastado.

Solo 4 mesas estaban ocupadas en el salón;

Cerca de la puerta, un hombre de unos treinta y cinco años, con ambo gris y corbata celeste con alguna fantasía que no lograba ver desde donde estaba. (1)

Una señorita de unos veintipico, muy prolija, con pollera a la rodilla color oscuro, un saco a tono y una blusa blanca discreta. tenia en la mesa un folio de plástico transparente. (2)

Un señor de unos sesenta años, con pantalón de gabardina y una campera sport, estaba sentado con adolescente que siquiera se dio cuenta que llovía mientras no quitaba la vista de su celular. (3)

Un hombre y una mujer que no paraban de hablar acaloradamente, sentados bien al fondo del salón casi en el rincón. (4)

La tormenta estaba cruel, con percusión de las fuertes, un acompasado y disléxico conjunto de truenos, relámpagos y rugir de la lluvia feroz, caía sobre la ciudad, temprano por la mañana.

El alumbrado publico de luces amarillas jugaba con las sombras, las nubes bajas escondían a los altos edificios, se metían por la calles y espantaban a los peatones presurosos que con los pies encharcados pegaban saltos con gacelas deformes.

Se encienden las luces de la marquesina del bar, como intentando actuar de faro ante la negrura. El neon se enciende y brilla el nombre con letras corpóreas de chapa, reflejando el nombre sobre los lagos casuales formados en la acera.

Esos instantes se tornan mágicos, y así desdibujado se leía el nombre del bar como dibujado por trazos de brazo con electroshock.

El "Bar Leopoldo" brillaba esa mañana como referencia loca de una ciudad cotidiana.

 
 
 

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